Diabetes y alimentación

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La glucosa es el azúcar que utiliza el organismo para obtener energía para su funcionamiento, y lo consigue a partir de los alimentos que tienen Hidratos de Carbono. Cuando, después de una comida, la glucosa aumenta en sangre, el páncreas libera insulina, una hormona que permite que la glucosa de la sangre pase a las células para que éstas puedan utilizarla como combustible. Además el hígado almacena parte de esta glucosa, que liberará a la sangre entre las comidas para mantener un nivel normal de glucosa en sangre.

Cuando los niveles de glucosa en sangre están aumentados se habla de hiperglucemia. En este sentido, la diabetes es una enfermedad crónica caracterizada por una situación de hiperglucemia que se acompaña de alteraciones en el metabolismo de los hidratos de carbono, las proteínas y los lípidos, debido a un déficit absoluto o relativo en la secreción de insulina y/o a una alteración de la acción de esta hormona. Es una de las enfermedades más frecuentes en la actualidad y su prevalencia va en aumento, a causa sobretodo de la obesidad, el sedentarismo, el elevado consumo de azúcares y también debido al envejecimiento de la población.

Los dos tipos más comunes de diabetes son la diabetes tipo 1 y la diabetes tipo 2. En la diabetes tipo 1 las células del páncreas que producen insulina se han destruido y, por lo tanto, se requiere la administración externa de una o varias dosis de insulina al día. Además, es fundamental que las personas que la padecen sigan un plan de cuantificación y distribución de los hidratos de carbono ingeridos durante el día, por lo que es recomendable que un/a dietista configure una dieta individualizada al paciente teniendo en cuenta el estilo de vida, el ejercicio, la insulina administrada, etc.

En la diabetes tipo 2 existe una resistencia a la acción de la insulina, lo que ocasionalmente precisa de la administración de hipoglucemiantes orales. Este tipo de diabetes normalmente aparece a partir de los 40 años y es más frecuente que la diabetes tipo 1. En general, pasa desapercibida durante los primeros años por lo que se suele detectar después de un tiempo de padecerla. Es más común entre personas obesas, y la edad y la vida sedentaria incrementan el riesgo de padecerla.

El objetivo principal del tratamiento de la diabetes es conseguir unos niveles normales de azúcar en sangre, prevenir las complicaciones (vasculares, cardiopatías, pérdida de sensibilidad en pies y piernas, lesiones en los ojos, enfermedad renal, etc.), conseguir un peso corporal normal y un buen estado nutricional.

La alimentación recomendada para una persona con diabetes tipo 2 es similar a la que se recomienda a la poblacióm general para prevenir enfermedades crónicas. Algunas recomendaciones serían:

  • Fraccionar la alimentación diaria en unas 6 comidas pequeñas e intentar no omitir ninguna.
  • Reducir el consumo de grasa saturada y colesterol:
    • Escoger carnes magras y eliminar la grasa visible (a poder ser antes de la cocción).
    • Elegir la leche, las leches fermentadas y los yogures, parcialmente desnatados.
    • Consumir con más frecuencia pescado que carne, escogiendo alguna vez pescado azul.
    • Utilizar aceites vegetales, especialmente de oliva.
    • Moderar el consumo de carnes y potenciar el de legumbres.
  • Tomar 2-3 piezas pequeñas de frutas (una de ellas cítrico) y 2-3 raciones de verdura (una de ellas ensalada) al día.
  • Moderar el consumo de azúcar, dulces y repostería.
  • Practicar ejercicio físico moderado con regularidad.

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