¿A quién no le gusta llegar a casa un domingo y encontrarse con ese olor a piel churruscante de pollo al horno? En esta ocasión recuperamos un clásico de entre los clásicos: te explicamos cómo hacer pollo al horno con cerveza. Un plato con alto poder de convocatoria que reunirá en torno a la mesa a padres, hijos, abuelos nietos y a toda la familia política que queramos. Y es que nadie se resiste al encanto de un pollo entero tan jugoso y asado con patatas como guarnición.
Además de estar requete-chupada, esta receta es un plato económico y delicioso no solo apta para los domingos en familia pues, si lo piensas, te puede sacar de un buen apuro incluso entre semana. Además, debido a la versatilidad de la carne del pollo, puedes variar la receta a tu antojo, por ejemplo condimentando con las hierbas que más te gustan o añadiendo verduritas como guarnición e incluso ¡piña! (sí, el pollo a la cerveza casa genial con la piña).
Ya que te contamos cómo preparar pollo al horno con cerveza, permítenos desmentir algunas de las creencias más extendidas sobre este tipo de carne.
Como imaginarás, lo primero -y más importante- es elegir un buen pollo. En este sentido, sentimos decirte que, como suele creerse, el color no es un indicativo de que el animal haya vivido más feliz. Esto se debe a que tradicionalmente asociamos un color más amarillento o anaranjado a una mayor libertad del pollo. Pues bien, esto no tiene por qué ser así.
Dichas tonalidades de la piel significan que el pollo ha tenido una dieta más rica en carotenos, es decir, que ha sido alimentado con productos como la zanahoria o el maíz. Por lo tanto, el color de la piel no determina que el pollo sea o no de corral. Para saber si el pollo es de corral, deberá estar certificado como tal. Esta denominación viene recogida por el Reglamento Europeo, que especifica cuatro posibles categorías según la forma en la que vive el pollo: 1) sistema extensivo de gallinero, 2) gallinero con salida libre, 3) granja al aire libre y 4) granja de cría en libertad. Como vemos, ninguna de las calificaciones habla de pollo “campero”, por tanto tampoco deberíamos guiarnos por este calificativo porque, bien pensado, todos lo son. Al final las claves se reducen a dos: libertad y buena alimentación.
Así que ya sabes, si quieres no fallar con la elección del pollo, te recomendamos preguntes en tu carnicería de confianza (ojo, el término “confianza” excluye los hipermercados y todo tipo de pollo distribuido o envasado de forma industrial, envuelto en plásticos varios). Al final, cuanto más local, mejor. Es la regla que siempre suele dar buenos resultados.