De esta forma la piel saldrá prácticamente sola y sin llevarnos pulpa por delante. Para ello, calienta agua en una olla y con la punta del cuchillo hazle dos cortes como una cruz a los tomates. Cuando el agua rompa a hervir introduce los tomates y déjalos apenas unos segundos. Retíralos rápidamente y ponlos en agua fría con hielo. El cambio brusco de temperatura dejará la piel del tomate lista para ser retirada fácilmente con la mano.
Este truco te servirá para hacer una gran cantidad de recetas de pescado y marisco, ya que en muchas ocasiones, se prefieren alimentos frescos pero de una textura agradable para acompañar el pescado. ¿Te animas a ponerlo a prueba? ¡Ya verás que bien te va de ahora en adelante!
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