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Antes de freír las albóndigas, llena un bol con harina y hazlas roda para que queden bien rebozadas y bien redondas. Si no quieres ensuciarte, coge un bol pequeño y haz rodar la albóndiga en él. Así, dando vueltas quedará cubierta de harina sin que tú te ensucies.
Ya solo nos queda freírlas y, verás, que es mucho más fácil cuando tienen harina.
¡Nos van a quedar unas albóndigas tan perfectas como las de la abuela!
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