A nadie le amarga un dulce
El refranero popular está lleno de frases cargadas de sabidurÃa que se convierten en imágenes llenas de sentido. Cuando hay motivo para la alegrÃa, llega una buena noticia o somos afortunados, nos viene al pelo esta frase que seguro hemos escuchado en más de una ocasión "a nadie le amarga un dulce". Y bien cierto, dulce y amargo son dos sabores opuestos que simbolizan distintos estados de ánimo, sensaciones antagonistas. "Llorar amargamente" y "estar en un momento dulce", son dos buenos ejemplos sobre su uso como adjetivos Ãntimamente ligados con el gusto. El sabor amargo se relaciona con lo desagradable, una sensación difÃcil de soportar en la boca. Al parecer, una de las explicaciones de este rechazo está en los mecanismos de supervivencia, ya que este es un sabor habitual en los venenos. No obstante, son muchos los alimentos de sabor amargo que ingerimos normalmente, como la cerveza, el cacao puro, el café o algunos licores y bebidas refrescantes.
El dulce es el sabor asociado al consuelo, a lo agradable, a las buenas experiencias vitales, al placer. Aunque hay quien reconoce no ser aficionado a este sabor, se considera que es el más aceptado en general. Sus nexos con el placer son inevitables, el atractivo que desprende un escaparate lleno de pasteles, bombones y pequeños bocados tocados por el azúcar, no tiene comparación alguna.
El sabor dulce no solo es contrario al amargo; cuando se habla de elaboraciones culinarias, se contrapone a los platos salados, con los cuales se complementa sin competencia en el menú diario: desayunos, meriendas y postres son tradicionalmente terreno de lo dulce, mientras que el almuerzo, la comida y la cena se reserva para los manjares salados.
Quizá tras leer estas lÃneas tengamos un concepto diferente sobre lo amargo ¿A quién le desagrada esa cerveza fresca a media mañana? Y, como dice el refrán, ¿a quién le amarga un dulce?
